BANGKOK- AYUTTHAYA- LOBPURI- PHITSANULOK



Como dijimos ayer, hoy no hemos tenido ni tiempo de degustar el desayuno que teníamos pagado en el hotel, porque tenemos que coger el primer tren que sale con destino Ayutthaya para visitar las ruinas de la antigua capital del reino.

El trayecto fue muy entretenido porque en el vagón íbamos con unos chicos que hablaban castellano perfecto y nos contamos las anécdotas de el duelo por el Rey: no hay programación de televisión, reparten comida, altares de flores en todas partes, la gente lleva lazos negros en la chaqueta …


En el trayecto de tren pudimos ver el trato privilegiado que tienen los monjes en todo el país, los mejores sitios reservados para ellos, entran los primeros a todo sin esperar, les dan comida gratis … Alfonso quiere comprarse un disfraz de monje y pasar como uno de ellos el resto del viaje, jaja.
Y en unas dos horas que se nos pasan volando llegamos a Ayutthaya, en la misma estación de trenes dejamos las mochilas en una consigna y salimos a la calle.
Allí cogimos un coche taxi que nos llevará a visitar las ruinas durante casi tres horas.










Nos encantó la visita de una mañana a las ruinas, y cuando nos llevaban de regreso a la estación nos daba como pena no poder volver a visitar los diferentes recintos otra vez.
Pero el tiempo es oro y teníamos que comer antes de montar nuevamente en el tren que nos llevaría destino a Lopburi.
Elegimos un restaurante que estaba al lado de la estación de tren y nos encantó la comida y como ya íbamos perdiendo el miedo a probar cosas, compramos una bolsa con piña fresca que estaba deliciosa.

El trayecto hasta Lopburi fue corto, volvimos a dejar la mochila en una consigna y salimos a la calle bajo un sol abrasador.
Enseguida localizamos el templo que queríamos ver, el famoso templo de los monos Phra Prang Sam Yod (Mon Key Temple).




A la entrada del templo hay que dejar en la caseta de comprar la entrada los bolsos, botellas de agua, gafas y cualquier otro objeto que pueda ser robado por los monos.
Yo soy muy miedosa y me ponía muy nerviosa cuando venían corriendo hacia nosotros, pero en realidad era gracioso verlos.
La visita se hace en unos 15 minutos, por lo que aprovechamos a ver otro tempo que hay en frente y que no hay que pagar, en éste, todo el mundo hacía ofrendas de frutas y en cuanto la gente se salía del templo una señora lo tiraba todo a la basura para luego llevárselo a los monos.



Se nos llegaba la hora de regresar al tren pero antes aprovechamos para compra otra bolsa con fruta, esta vez elegimos unas rajitas de sandía fresca que estaba deliciosa.
Montamos en el tren para que nos llevara al que iba a ser el último destino del día y donde teníamos el hotel de hoy, Phitsanulok.
El viaje esta vez fue fatal, el tren iba lleno y no teníamos asiento, por lo que nos esperaban unas  cuantas horas con un calor infernal y encima de pie.
Yo tuve suerte y cuando llevábamos aproximadamente una hora de camino un señor me cedió su asiento, y aunque yo no quería, insistió y fui sentada el resto de viaje.
Alfonso se pudo sentar cuando apenas quedaba media hora para llegar al destino, pero con todo y eso le vino de perlas.
Llegamos de noche a Phitsanulok y suerte que habíamos reservado el hotel muy cerca de la estación, porque llegamos muy cansados.
Ya no quisimos salir ni a cenar, directamente nos acostamos porque mañana también era un día intenso.

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