A las 7:10 horas de la mañana, y según lo previsto aterrizamos en Bangkok.
Llevábamos una mochila que compramos para hacer el camino de Santiago años atrás, y nos dejaron pasarla como equipaje de mano, por lo que no teníamos que preocuparnos de ir a la cinta de recogida de maletas.
La aventura comenzaba desde el momento en que salimos a buscar la manera de llegar al centro de la ciudad.
Para eso, lo primero era cambiar algo de dinero, y aquí os informamos que la moneda local es el Baht Tailandés, y en la fecha en la que viajamos el cambio era 1 euro = 38,37 THB.
Teníamos claro que queríamos coger transporte público y como habíamos leído que el autobús era barato pero muy lento, elegimos el tren.
Hay dos opciones, el Express Line y el City Line, y fue éste último el transporte que en unos 30 minutos nos dejó en una parada del centro de Bangkok.
Cuando llegamos a la parada Phaya Thai decidimos bajarnos y salir a la calle a caminar para tener un primer contacto con la ciudad.
El calor era tan húmedo que no tardamos en ponernos a sudar y sudar, por lo que entramos en un supermercado pequeño (que nos salvó la vida durante todo el viaje) de la cadena 7eleven y encontramos una especie de café frío que tú mismo te servías con un grifo y aprovechamos a comprar una tarjeta de móvil para tener internet.
El camino no se nos hizo pesado porque después de tantas horas en el avión estirar las piernas viene bien, pero cuando llegamos al hotel íbamos completamente empapados, por lo que dejamos las cosas y a la ducha para relajarnos.
Era la hora de comer y no sabíamos ni donde ir ni que pedir, por lo que salimos y en la calle Silom (la de nuestro hotel) encontramos un mercado para poder comer sentados aunque en la calle.
Pedimos una ensalada y un plato de arroz con carne que tenía muy buena pinta, pero al probarlo aquello picaba tanto que me dio un ataque de tos.
Nos lo comimos porque teníamos hambre pero … mal comienzo con la gastronomía local, jaja.
Estábamos muy desorientados por lo que paramos un tuk tuk (una especie de motocarro que lleva a los turistas a cualquier sitio que les pidas, eso sí, hay que regatearles el precio de la carrera porque siempre te quieren cobrar mucho, y no lo vale)
Le dijimos que nos diera un paseo por la ciudad y que nos acercara a la zona del río Phao Phraya para ir conociendo un poco la zona.
No nos hizo ni caso o no nos entendió lo que le dijimos, el caso es que nos llevó a ver un templo que no teníamos localizado en el mapa y como nos daba igual, decidimos entrar y verlo.
El primer contacto con los templos nos entusiasmó, era la primera vez que veíamos a los Budas y pintaba bien.
Nos volvimos a montar en el tuk tuk y dejamos que nos llevara donde quisiera, total le habíamos ofrecido un precio y nos lo había aceptado, por lo que comprendíamos que teníamos el alquiler por el tiempo que nos quisiera pasear.
Entramos en otro templo que nos dejó los ojos como platos (y eso que eran los templos menos importantes, los grandes los dejamos para el día siguiente que estaríamos más descansados)
Después de estos dos templos le dijimos al señor del tuk tuk que nos acercara a la calle Silom para intentar cenar algo que no picara jaja.
Vimos que había una obra en construcción de un rascacielos que que todos los obreros salían a cenar al mismo sitio, por lo que nos dirigimos al mismo lugar que ellos. Nos enseñaron la carta y todo parecía apetecible por lo que pedimos un plato para cada uno y esperamos a ver lo que nos traían.
En unos segundos teníamos la cena puesta pero ni os puedo contar lo que picaba ¡!! Está claro que hoy no era nuestro gran día cudinario.
Nos fuimos al hotel a descansar porque mañana si que no nos íbamos a dejar aconsejar por nadie, sabíamos lo que queríamos ver y era nuestro gran día.
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