Nos hemos levantado a las 8:00 para aprovechar bien la luz del día, que hay que tener en cuenta que casi todo el día está oscuro en esta época del año.
La noche de antes hemos quedado con nuestro amigo Eric para que acuda sobre las 9:00 horas al embarcadero del puerto para ver los horarios de los ferry que van a la isla de los museos (Bygdoy).
Nos fuimos caminando bajando la calle del hotel hasta Radhusbrygge, el muelle que hay delante de la plaza del ayuntamiento, y enseguida salió el ferry que en unos 15 minutos nos llevó a Bygdoy.
En el trayecto nos sirvieron vino caliente con canela, es típico esta bebida en época navideña y la verdad es que se entra en calor rápido, jajaja.
Lo primero que fuimos a visitar fue el Norsk Folkemuseum (Museo Folklórico Noruego).
En este museo al aire libre se ven edificios y casas de las regiones de Noruega.
Se va paseando entre casitas típicas como si se estuviera en un pueblo, y de repente te encuentras con la recreación de la Iglesia de madera de Gol.
Salimos con una idea más clara de como vivían los antiguos vikingos, y además a la salida nos dieron a degustar un poco de mazapán que estaban haciendo en una antigua panadería.
Luego nos dirigimos al Museo de los Barcos Vikingos (Vikingskipshuset), el edificio que alberga los que se dicen ser los tres barcos vikingos mejor conservados del mundo.
Volvimos hacia la zona del puerto de Bygdoy para visitar el Museo Fram, que se trata de la nave Polar Fram que formó parte de las expediciones de los exploradores noruegos Fridtjof Nansen (1893-1896), Otto Sverdrup (1898-1902) y Roald Amundsen (1910-1912).
La nave es la original y se puede subir y entrar en los camarotes.
A la entrada del museo hay unos osos blancos disecados que son impresionantes.
Después nos fuimos a coger nuevamente el ferry para volver a Oslo y seguir visitando la ciudad.
Estamos entusiasmados con la visita a la isla, excursión recomendada a todo el que pase unos días en Oslo.
Volvimos a caminar por las calles céntricas de la capital dirección a donde nos habíamos quedado la tarde de antes y así seguir conociendo la zona.
Nos encontramos con una pista de patinaje que estaba llena de niños, y mis amigas se animaron a entrar un rato a practicar los patines, yo preferí quedarme en un centro comercial.
Ya se había hecho de noche cuando vimos mucha gente esperando a que alguien saliera a uno de los balcones del Grand Hotel, y nos dimos cuenta que era esta noche cuando se entregaba el Premio Nobel de la Paz.
No podíamos creerlo, estábamos allí en directo y por casualidad, pero vimos salir al ganador de este año para saludar a los que estábamos allí esperando.
Después de estar allí casi congelados esperando a que aquellos señores se metieran al hotel, nosotros también emprendimos el camino hacia el nuestro.
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