Nuestro viaje comienza un viernes por la tarde cuando nos desplazamos hasta el Aeropuerto de Madrid, Terminal 4 para embarcar horas más tarde en un vuelo de Air Maroc con destino Casablanca.
Como suele ser habitual, los nervios y la ilusión afloran por igual en nuestro interior, y con las ganas a tope para disfrutar del viaje despegamos una hora más tarde de lo previsto.
El vuelo se hace muy ameno ya que nada más apagarse las señales de los cinturones, comienzan a repartir una merienda que nos sienta estupendamente, y en cuanto terminamos la degustación, se vuelven a encender las señales luminosas de los cinturones anunciando que ha comenzado el descenso y en breve estaremos en suelo marroquí.
Durante el vuelo conocimos a una chica marroquí que trabaja en Pamplona y emprendimos una buena conversación que terminó con su empeño en que no cogiéramos un taxi para llegar al hotel, sino que ella misma nos llevaba en su coche ya que la pillaba de paso y no lo consentía de ninguna manera.
Muy agradecidas intercambiamos nuestros teléfonos por si en algún momento podíamos devolver el favor en tierra española y nos despedimos de ella.
Nuestro hotel está muy céntrico y se ve buen ambiente en los alrededores, por lo que no tardamos en dejar el equipaje en la habitación y salir a tomar algo y tener el primer contacto con la ciudad. No nos entretenemos mucho, el cansancio pasa factura y preferimos regresar al hotel a descansar y coger fuerza para mañana.
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