Hoy no hemos madrugado, el despertador quedó a un lado y hemos aprovechado a descansar para afrontar la visita a Dublín.
No tenemos desayuno en el hotel, por lo que salimos a la calle a buscar una cafetería y luego vendrán las visitas.
Nuestro recorrido por Dublín comienza por la Catedral de San Patricio (St. Patrick's Cathedral) dedicada al patrón del país.
De estilo gótico, su interior es sobrio y oscuro. Destacamos el coro y el púlpito, nos pareció la parte más impresionante de la catedral.
A pocos metros de San Patricio encontramos otra Catedral, la Cathedral of the Most Holy Trinity o Catedral de la Santísima Trinidad.
En esta zona más nueva de la ciudad paseamos por calles comerciales repletas de gente.
La Avenida O' Connell Street es una de las principales de la ciudad, y en ella destaca el monumento más alto de la ciudad, un pináculo muy llamativo (The Spire).
En los alrededores nos encontramos con la Pro-Cathedral St. Mary's, mucho menos lujosa que las anteriores, pero muy bonita en su interior.
Regresamos al bullicio y nos encaminamos de nuevo hasta el río Liffey para seguir la visita de la ciudad.
A orillas del río vamos viendo edificios importantes como Custom House Quay, The IFSC, y llegamos hasta el Convention Centre. Final de nuestro camino.
Damos media vuelta y poco a poco nos dirigimos hacia Trinity College, unas dependencias universitarias con grandes patios interiores.
La verdad es que no nos llamó demasiado la atención, había obras y no se veía bien el conjunto en general. Gran afluencia de gente joven y turismo.
Siguiendo la Grafton Street enseguida nos encontramos con la estatua de Molly Malone, una pescadera ficticia, estrella de una famosa canción irlandesa.
Seguimos caminando por calles comerciales repletas de gente hasta llegar a St. Stephen's Green, un bonito parque donde la gente se encuentra charlando amistosamente y que incita a la relajación.
Es la hora de comer y poco a poco nos dirigimos al barrio de Temple Bar para buscar un restaurante.
La verdad es que nos costó bastante encontrar un local que no nos pidiera reserva, estaba todo lleno, pero finalmente nos sentamos a comer tranquilamente y la sobremesa nos sirvió para descansar un poco.
Por la tarde, seguimos caminando sin rumbo por el barrio de Temple Bar y alrededores, donde habían varias calles con decorados dedicados al disfrute de todos los viandantes.
El resto de la tarde lo dedicamos al disfrute caminando por la ciudad sin rumbo fijo, algo que nos encanta hacer siempre que tenemos tiempo.
Dublín es una ciudad con mucho ambiente, ideal para pasarlo bien y poner un broche final a un viaje por Irlanda.
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